MADRID, España (Joel Forster, ACPress.net) Cuando nos interesa saber la definición exacta de un concepto, solemos buscar la palabra en la Real Academia Española. Pero no es así de simple si se trata de explicar con más profundidad el sentido de una palabra que define la identidad de una parte de la sociedad. Es lo que pasa, por ejemplo, con los conceptos ‘protestante’ o ‘evangélico’.
¿Qué significado tienen estos conceptos en estos momentos, en España? ¿Qué han significado en el pasado? ¿En qué medida definen un hecho social o un hecho religioso? ¿Qué imagen tienen en la sociedad? Con motivo de la aún reciente celebración del Día de la Reforma, hace dos semanas, hemos querido preguntar a algunas personas relevantes del Protestantismo español cuál es su visión de la identidad protestante o evangélica.
La revista virtual "Protestante Digital" ha recabado vía email los puntos de vista de José de Segovia (pastor, teólogo y periodista), Carlos López (obispo de la Iglesia Española Reformada Episcopal, IERE, Comunión Anglicana), Manuel Suárez (político, médico y miembro de la Junta Directiva del Consello Evanxelico de Galicia) y Jaume Llenas (pastor, abogado y Secretario General de la Alianza Evangélica Española). También se ha recogido la opinión del historiador y sociólogo mexicano Carlos Martínez García, investigador del Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano.
¿EVANGÉLICOS O PROTESTANTES?
La utilización de un término es un primer paso para una clara identificación. No debería hacerse una distinción clara, opina Manuel Suárez: “Somos evangélicos y, como tales, somos los genuinos representantes del Protestantismo histórico, somos profundamente protestantes”. El Protestantismo busca “la vuelta a las raíces cristianas” y los “evangélicos somos los continuadores actuales más fieles a la raíz del Protestantismo histórico”, basado en la Sola Fe, Sola Gracia, Sola Escritura. En cambio, Carlos López, cree que “algunos somos protestantes por nuestra historia y vínculos internacionales, otros son evangélicos solamente; por las mismas razones”. Así que “no se debería confundir unos con otros”.
Jaume Llenas. |
La visión de Jaume Llenas apuesta más por el término ‘evangélico’: “Aunque somos herederos de la Reforma Protestante, me siento más cómodo con la denominación de evangélico”. La razón es que en muchos países europeos el término ‘protestante’ se refiera “a las denominaciones históricas”, mientras que el concepto ‘evangélico’ “es más amplio”. Pese a ello, “no todo lo que lleva el apellido evangélico me hace sentir identificado”. José de Segovia cree que “si al principio había cierta resistencia a utilizar el término protestante, fue sobre todo por el contexto social de los misioneros que venían a España”, que diferenciaban entre lo ‘protestante’, “demasiado tradicional, y ahora, demasiado liberal” de lo ‘evangélico’, que hacía más referencia a una “expresión viva de una fe personal” basada en la Biblia. Pero actualmente, para Segovia, “en los países de habla hispana, a la práctica”, se utilizan ambos términos, “indistintamente”.
¿EXISTE UN ‘PROTESTANTISMO SOCIAL’?
Conforme en España los evangélicos empiezan a tener ya una trayectoria más asentada, surge la pregunta de si empieza a aparecer un tipo de Protestantismo social, es decir, un grupo de protestantes o evangélicos no practicantes, como pasa por ejemplo, con una parte de los católicos españoles. Carlos López cree que “no se puede hablar de un Protestantismo social”. Lo mismo cree Manuel Suárez, que si existen, “son muy pocos”, ya que incluso los que “no se reúnen en una iglesia, pero siguen fieles a su fe, con su sometimiento al Señor” siguen “siendo muy protestantes”. Uno es protestante por su fe, no por su pertenencia a una iglesia, así que esto “impide que podamos dejar de ser lo que somos”.
José de Segovia, en cambio, habla de “la existencia de una influencia social en personas que simpatizan con los evangélicos, pero que no están realmente comprometidos con una iglesia” como un fenómeno “relativamente reciente en España”. Esto se daría más entre latinoamericanos, pero también existía ya en las “denominaciones evangélicas históricas”, donde hay más miembros “en el papel que en la realidad”. Para Jaume Llenas, hace algunos años no existía un Protestantismo social, pero “hoy es evidente”, piensa. “Hay personas que se calificarían como evangélicos y cuya relación con Jesús sería difícil de trazar”. Pero eso “no debería sorprendernos”, ya que es algo que sucede en mayor o menor medida “cuando desaparece la persecución” religiosa en una sociedad.
¿QUÉ PIENSA EL CONJUNTO DE LA SOCIEDAD?
Como grupo minoritario, los evangélicos siguen siendo “unos grandes desconocidos” para la mayor parte de la sociedad, como explica De Segovia. Lo religioso, en España “sigue siendo católico o no católico” hasta el punto que “muchos aún sigan pensando que, por ejemplo, los Testigos de Jehová son protestantes”. Además, la tendencia de los medios a resaltar a “tele-evangelistas y fanáticos fundamentalistas” lleva a que “se nos vea como un movimiento típicamente norteamericano, pese a nuestras raíces claramente europeas”.
José de Segovia. |
También Jaume Llenas cree que el “trato sesgado” que se da a los evangélicos en los medios de comunicación no ayuda. Pero cree esta visión condicionada cambia, “cuanto más se acercan y nos conocen” las personas. También es un lastre para la imagen de los evangélicos, según Llenas, algunos “movimientos políticos de la derecha norteamericana”. Pero “esto forma parte de las sombras del movimiento evangélico al que pertenecemos”.
Manuel Suárez opina que en España “sigue tolerándose mal la disidencia: los ciudadanos católicos nos ven como personajes raros y los no católicos como sospechosamente religiosos”. A su modo de ver, fue negativo tanto “el nacional catolicismo que quería impedirnos cualquier manifestación pública de nuestra fe” como “el laicismo dogmático que quiere arrinconar en la privacidad todas las manifestaciones y las implicaciones de nuestra fe”. Por ello, la mejor receta para dar una clara visión de la identidad evangélica sería “no renunciar a lo que somos, sino ofrecerle [a la sociedad] lo mejor de nuestra identidad, por ejemplo, como abanderados de la lucha por la libertad de conciencia”.
El problema, según Carlos López, es el tamaño de la comunidad protestante. “Desgraciadamente, la sociedad casi no nos ve, y lo que piensa es que somos pequeños grupos de cristianos vinculados con el extranjero”, opina.
LA ETIQUETA “FUNDAMENTALISTA”
Como se ha dicho, hablar de opinión pública también es hablar de medios de comunicación. Y precisamente de la prensa escrita y online, de la radio y de la televisión es donde ha llegado uno de los adjetivos como dice De Segovia, más “peyorativos, hoy” para los evangélicos: ‘fundamentalismo’. “Si hasta los ochenta, cuando se quería marginar a una iglesia, se decía que era una ‘secta’, hoy se le llama ‘fundamentalista’”. Opina De Segovia que de hecho, el término ha sido sacado de contexto, porque si un cristiano es fundamentalista por creer literalmente en la Biblia, habría que aplicar entonces este adjetivo “a casi toda la Historia cristiana”.
Manuel Suárez. |
Para Llenas, el término en sí mismo (pese a que se haga un mal uso de él), no es negativo per se. “Cualquier persona que tiene unas profundas convicciones religiosas es fundamentalista, así que nosotros lo somos aunque a algunos les horroriza”. El precio que habría que pagar por no serlo, a la vista de la sociedad, “sería el de la indefinición y el relativismo”, y añade, “sinceramente, no creo que valga la pena pagar este precio”. También Suárez está de acuerdo en que si fundamentalismo significa una “vuelta a los fundamentos” cristianos, no hay ningún problema. “Ser fundamentalista evangélico es tomarse en serio la fe, lo que incluye un profundo concepto de la tolerancia, la que se practica desde la reafirmación en sólidos principios evangélicos, entre ellos la libertad de conciencia y el respeto a la disidencia”. Los fundamentos protestantes han sido básicos en la historia de Europa, y por ello, “los evangélicos europeos tenemos el reto de presentar estos principios sin complejos, con fidelidad a nuestras raíces, con plena coherencia, sin miedo a que los intolerantes nos quieran descalificar y acallar con la caricaturización del término ‘fundamentalista’”.
LO QUE HA MARCADO EL ÚLTIMO SIGLO EN ESPAÑA
Yendo un poco a la realidad de los evangélicos en España, y de la historia que han vivido en los últimos 100 años, Carlos López destaca, entre otros, a Santos Martín Molina, Obispo de la IERE y primer presidente de la Comisión de Defensa, “por su visión inclusiva e integradora”. Considera trascendental también a Adolfo Araujo, Secretario de la Sociedad Bíblica hasta mediados del siglo XX, que “con mente abierta sirvió a todas las iglesias evangélicas, creando un ambiente de confianza entre iglesias”. Samuel Vila, fundador de la Editorial Clie, “editando literatura evangélica conservadora”, también ha tenido, según explica López, un papel importante.
También Jaume Llenas cree que “debemos mucho a mucha gente”. Pero “esto ha sido un movimiento coral en el que todos hemos aportado”. Recordaría a “personas como José María Martínez, Juan Solé, José Grau, Ernesto Trenchard o José Cardona” y a “dos organismos que deberían destacarse por su peso específico, y por orden de antigüedad: Alianza Evangélica Española y FEREDE”.
Manuel Suárez pone el énfasis en el papel colectivo de los evangélicos como “pioneros y protagonistas en la lucha por las libertades civiles”, tanto en el primer período del siglo XX, “en el que los misioneros dejaron su huella” como durante la dictadura, un período de opresión que “dejó en nuestra identidad colectiva la huella del carácter de resistencia y autoafirmación, pero también la mentalidad de aislamiento social y de ghetto”. En el actual momento de democracia, cree Suárez, “aún no hemos desarrollado todas nuestras potencialidades como grupo con capacidad de influencia cualitativa importante”. La fórmula debería ser la de “mantenernos fieles a nuestra identidad y, desde ella, permear nuestro entorno”.
Carlos López. |
Por último, también José de Segovia une la historia de los evangélicos a la de España en su conjunto. Destacan, desde su punto de vista, la II República, y “las libertades sin precedentes” que llevó consigo. Después de la Guerra Civil, la opresión es total hasta que vuelven a recuperarse algunas libertades en el “periodo de tolerancia del tardo-franquismo, que nos lleva a la ley de libertad religiosa en 1980”. La larga época de falta de libertades, cree De Segovia, ha llevado a que “el proceso de integración de las iglesias en la sociedad española haya sido particularmente complejo”.
LA IMPORTANCIA DE LAS RAÍCES DE LA REFORMA
“Nuestra identidad como evangélicos ha sido moldeada en la Reforma Protestante y fueron los reformadores quienes pusieron en nuestras manos algo fundamental en nuestra identidad: la Biblia; para hacerlo, muchos de nuestros antepasados pagaron el precio de su vida”, afirma Manuel Suárez. Es esencial volver “a lo mejor de nuestra historia como protestantes, redescubriendo que la identidad cultural, política y económica de Europa y del mundo occidental, sería irreconocible sin la Reforma Protestante”. Hay que “volver a entrar en la historia desde la fidelidad a nuestra identidad”, que se inicia en “la iglesia del s. I y tiene su máxima expresión en la Reforma del s. XVI”.
Carlos López, como obispo reformado, tiene otra opinión: “Creo que los que no son reformados, ni pertenecen a las iglesias nacidas de la reforma del siglo XVI, ni deberían asociarse a una historia que no es la suya”. Según su opinión, “la mayoría del denominado Protestantismo español, no existía antes de la Guerra Civil y de las cuatro denominaciones que existían (IERE, IEE, Bautistas y Hermanos) las dos últimas, carecen de relevancia en Europa y no tienen que ver con la reforma magistral que es la que ha configurado el carácter europeo actual”.
Por su parte, José de Segovia cree que “a pesar de lo que algunos creen, hoy en día hay muchos más evangélicos que antes identificados con la Reforma protestante”. Los nombres de Lutero y Calvino ya no provocan “cierta incomodidad”, como antes, sino que “la mayor parte de los protestantes son capaces de distinguir los errores que haya podido cometer cualquier reformador, del valor objetivo que tuvo este movimiento”. Pero habría que conocer más, a la vez, de los reformadores españoles: resulta “increíble” que sean tan poco estudiados, “cuando uno ve la importancia que tiene la obra de Juan de Valdés o la traducción de Reina-Valera”.
Carlos Martínez García. |
Por último, Jaume Llenas concluye que muchas veces los evangélicos desconocen su historia, pero “sin embargo, el Espíritu Santo lleva milenios actuando en su pueblo y nosotros somos la consecuencia de la fidelidad de muchos que vinieron antes de nosotros”. Llenas se siente “vinculado a ellos y soy [somos] parte de esta herencia, aún cuando no comparto todo lo que hicieron y los que vengan después de mí no compartirán todos mis puntos de vista”.
LOS MATICES DE LO EVANGÉLICO
Puede ser interesante, para finalizar esta suma de puntos de vista, añadir una voz más, esta vez desde Latinoamérica, en concreto México. Es la de Carlos Martínez García, sociólogo, escritor e investigador del Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano.
En un artículo publicado este pasado domingo en su columna dominical Kairós-cronos, Martínez García destaca que “los evangélicos adicionan los siguientes componentes” a los principios clásicos del Protestantismo (sola fe, sola gracia, sólo Cristo y sola Biblia):
1) Un enfoque, tanto devocional como teológico, en la persona de Jesucristo, especialmente en el significado salvífico de su muerte en la cruz.
2) La identificación de la Biblia como la autoridad final en materia de espiritualidad, doctrina y ética.
3) Un énfasis en la conversión o un “nuevo nacimiento” como experiencia religiosa que produce cambio en la vida.
4) Una preocupación por compartir la fe con otros (fuerte acento en misiones), especialmente a través del evangelismo (puntos tomados de Alister McGrath, A Passion for Truth. The Intellectual Coherence of Evangelicalism, Inter Varsity Press, Downers Grove, 1996, p. 22).
Por tanto, concluye, “todo evangélico es protestante, pero no todo protestante es evangélico”.
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