Por: Pr. Miguel Rosell*
“Estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán… Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará… Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:3-5,11,12,24).
Introducción
A lo largo de las últimas décadas ha aparecido una nueva forma de contemplar el ministerio eclesial que pretende incorporar un acercamiento más relevante al mundo de cara a los servicios de las iglesias.
Se ha llamado “El Movimiento de la Iglesia Emergente”, el cual surge a partir de un sentimiento de que en muchas iglesias algo ha ido mal, sobre todo al fallar en atraer a los más jóvenes al Evangelio, la llamada generación postmoderna o del postmodernismo.
Gran parte de la razón del empuje y expansión del movimiento de la iglesia emergente, se debe a la desilusión entre pastores jóvenes evangélicos que perciben el papel pastoral tradicional como demasiado restrictivo y no suficientemente relevante como para llegar a interesar a la cultura postmoderna.
Pero la buena intención no basta. Veremos que las ganas de conseguir crecimiento y expansión en términos eclesiales, deberá ir de acorde con la guía del Espíritu Santo, y no según métodos y fórmulas humanas.
Iglesia "Mosaico", una de las muchas iglesias emergentes que
han surgido en los últimos años en los Estados Unidos de América.
Confundiendo las formas con el fondo
Por otra parte, el problema estriba también en no saber diferenciar lo que es genuino del Evangelio de lo que es sencillamente son formas o tradiciones humanas.
¡Cuando se llega a confundir el cuadro con el marco, a veces se puede llegar a quitar parte del cuadro en beneficio del marco!
El problema y el peligro es quitar de lo esencial para mezclarlo con nuevas formas, formas que quizás no lo son tanto sino que son parte de lo fundamental que se está quitando, pero pervertido, sin sal, sin sustancia, sin el Espíritu Santo, sólo agradable al ojo.
Esa falta de discernimiento es el causante de mucho mal.
Las formas son sólo formas, y cambian con los tiempos y con la mentalidad y la cultura de la gente. Los instrumentos musicales de ahora no son los de hace 100 años, menos todavía los que tocaba David. Eso no es relevante.
David usaba el salterio y el arpa, hoy en día la guitarra eléctrica para alabar a Dios.
Son sólo instrumentos musicales para usarlos para la gloria de Dios. Son solo formas.
Pero el fondo, es decir, lo esencial del Evangelio, eso no debe cambiar porque es de Dios.
El resultado de las falsas enseñanzas y falsas profecías
“Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1).
Para muchos pastores y ministros, especialmente jóvenes, y por tanto, con muchas ganas de trabajar para la obra de Dios, es muy difícil encajar la realidad de los tiempos que estamos viviendo; más aún cuando han sido tan influenciados por las enseñanzas triunfalistas (y falsas) del neo pentecostalismo, Latter Rain Movement, Nueva Reforma Apostólica de C. Peter Wagner, G12/D12, etc. etc.
Cuando les dijeron y “profetizaron” que la Iglesia iba a triunfar en este mundo, conquistando las naciones, discipulando las naciones, y viendo a las masas rendirse a Cristo en el más puro estilo postmilenarista (Reino Ahora), con cierta incredulidad están contemplando impávidos todo lo contrario. Aún y así, muchos siguen aferrándose al dicho de los falsos profetas, porque lo que les prometen “de parte del Señor” es muy deseable.
…y la maldad aumentará
Lo cierto es que las gentes están cada vez más alejadas no sólo de Dios, sino de Sus principios y valores, que es lo mismo.
De forma particular, en el occidente, somos testigos de la desintegración de los valores cristianos. Vivimos en el tiempo de la apostasía a todo nivel, cuando el Señor Jesús dijo que la maldad iba a aumentar. Esa maldad hay que entenderla como odio a la voluntad de Dios, la cual implica un Absoluto.
Esto último nos lleva a ver cómo entienden (o quieren entender) muchos la realidad que les rodean.
Después del fracaso del hombre en su autosuficiencia modernista, llegó el tiempo del escapismo, del relativismo, del hedonismo, de la búsqueda de la felicidad por la felicidad, de la negación de absolutos, etc. y a esto los sociólogos le han llamado: el Postmodernismo.
Trataremos en este estudio de todas estas cosas.
Antes veamos acerca de una corriente sociológica que comparte asiento con el anterior y es clave para entender lo que está ocurriendo: El Pluralismo.
1. El Pluralismo
“Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina” (Mateo 7:26,27).
Esta sociedad occidental se mueve en lo que se denominan los valores del Pluralismo.
Podríamos definir el Pluralismo como la ideología del mundo occidental que postula un solo valor absoluto, lo que entienden por: la libertad.
Dicho de otra forma, el pluralismo aboga porque el individuo tenga las menos restricciones posibles, así como las más amplias opciones posibles dentro de la sociedad. Esta ideología vanguardista busca garantizar los derechos personales y las libertades.
En un principio suena aconsejable esa filosofía de vida, pero si profundizamos un poco, nos damos cuenta de que falla por la base. Al no tener un fundamento sólido, el cual sólo podría ser la Palabra de Dios, hace aguas por todas partes. Es como la parábola del hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina… ¿Por qué? Porque no tenía su vida edificada sobre la Roca, sino sobre sí mismo.
Y es que el Pluralismo es una filosofía centrada en el “yo”.
El pluralismo encaja perfectamente con el individualismo, el cual en su necia búsqueda de la felicidad se convierte en un agente auto destructivo, y en su falso sentido de la tolerancia, pretende el típico “vive y deja vivir”, que no es más que un postulado hacia el libertinaje.
Todos pugnan por igual en el contexto
pluralista, y en la dirección que cado uno quiere.
Pluralismo; su talón de Aquiles: en su punto fuerte está su debilidad
En la misma esencia de tolerancia, canto y oda a la libertad, está en el Pluralismo su debilidad y fracaso.
El Pluralismo aborrece todo aquello que atente contra su particular principio de “libertad”, porque ese sentido de la libertad pluralista, en realidad no es más que un libertinaje encubierto. Es una perversión de la libertad que defiende a capa y espada. Por lo tanto, cualquier planteamiento contrario al Pluralismo es rechazado agresivamente.
Dentro de una actitud pluralista, consecuente con su misma filosofía, el cristianismo debería ser aceptado o al menos respetado, sin embargo, no es así. Nótese que la fe cristiana es una fe de absolutos, que se presenta como la única verdad, por tanto para el Pluralismo es inaceptable.
El pluralista honesto que pretende evitar el rechazar alguna forma de creer o pensar de otros, se ve impotente ante la realidad del Evangelio. De ahí que el Pluralismo a ultranza jamás podrá ser la respuesta a la búsqueda de la verdad, porque la misma verdad, si lo es, es absoluta, y por tanto diametralmente contraria a la filosofía pluralista.
Podríamos decir que el límite del pluralismo es la misma verdad. Pero eso es inaceptable para esa forma humanista y postmodernista de entender las cosas.
El mensaje del Evangelio resulta amenazante para el Pluralismo, de ahí que sus defensores califiquen ofensivamente a los cristianos como de ignorantes, fundamentalistas, fanáticos, moralistas y, sobre todo, homofóbicos.
En el Pluralismo la verdad de cada uno debe respetar la del otro, pero no la Verdad que es la de Dios. ¿La razón? Es obvia, la Verdad de Dios se opone a la “verdad” subjetiva y engañosa del hombre.
En su esencia terriblemente humanista, el Pluralismo no puede tolerar a un Dios por encima del “dios hombre”.
Básicamente en la misma filosofía del Pluralismo se mece el ateísmo del postmodernismo.
El pluralismo busca la igualdad dentro de la tolerancia... eso es
uniformidad, donde -en realidad- todo el mundo está bajo control.
2. El Modernismo y el Postmodernismo
En el sentido humanista/pluralista, tenemos lo que los sociólogos llaman el Postmodernismo.
El Postmodernismo representa una apertura a todo tipo de idea y creencia sin el freno de la razón, y menos todavía, de la verdad. Por tanto, es una tolerancia abusadora que rechaza todo tipo de valores absolutos, típico del Pluralismo (donde todos tienen la verdad, y nadie la tiene). Es una huída a ninguna parte.
El Postmodernismo en la actualidad ha logrado asentarse en la sociedad occidental de tal forma que hoy por hoy es la manera de vivir más común entre las nuevas generaciones.
El término postmodernismo significa posterior al Modernismo.
A. El Modernismo
Por Modernismo, nos estamos refiriendo a los valores y principios que existieron en la Edad Moderna, siglos XVI y XVII, la cual se caracterizaba por el seguimiento de los valores absolutos (véase la Reforma Protestante), y su degeneración posterior entrada la Edad Contemporánea.
Se le llama Edad Moderna o edad renacentista, porque vino a ser después del oscurantismo, ignorancia y misticismo de la Edad Media, principalmente dominada e influenciada por el catolicismo romano. De la Edad Moderna, vino la Edad Contemporánea.
La Edad Contemporánea es el nombre con el que se designa el periodo histórico comprendido entre la Revolución Francesa (1789) y la actualidad.
Aunque cambiados – de Dios al hombre - el modernismo contemporáneo (Edad Contemporánea) siguió creyendo en absolutos.
El Modernismo, a raíz de la Revolución Francesa y derivados (La Ilustración), degeneró y cayó en la gran idolatría al elevar a la categoría divina la razón humana. En ese momento, se rechazaron los absolutos cristianos, abrazando el racionalismo y el empirismo como nueva religión: el Humanismo (el hombre por el hombre).
A partir de ese momento, la fe del Modernismo fue una basada en el potencial humano, en el estado moderno, en la ciencia y en la tecnología. Ya no era necesario explicar la creación y el origen de la vida en términos bíblicos porque ahora la ciencia y la razón contestarían los grandes interrogantes del ser humano.
A partir de la “Revolución Industrial” (s. XVIII y XIX), se llegó a la convicción de que la ciencia y la razón lograrían crear un mundo mejor, acabarían con las enfermedades, la miseria, y los grandes problemas del hombre y todos los misterios de la vida serían explicados.
Fue la nueva fe del “hombre por el hombre” (Humanismo).
Lejos de hallar la felicidad y el progreso en lo humano, el Modernismo que exaltaba al hombre por encima de los valores y principios de Dios se fue desmoronando. El fracaso del hombre moderno ocurrido a lo largo del s. XX con las terribles guerras mundiales, el fascismo, el comunismo, etc. se hizo claramente patente a todos.
La Revolución Francesa abrió el camino
expedito al Absolutismo humanista.
B. El Postmodernismo
Esta creciente frustración terminó por traducirse en una reacción contraria. Filósofos como Nietzsche, Sartre, Albert Camus, y otros, comenzaron a promulgar las ideas del existencialismo y el nihilismo, filosofías que fueron preparando el camino para el postmodernismo. El concepto de que no hay verdad, porque todo es la verdad y a la vez, nada es la verdad (lo cual es cierto en relación sólo al hombre).
Como escribe el Pr. René Pereira:
“Lo que para el hombre moderno fueron ideales y verdades absolutas, para el postmodernismo son valores relativos y situacionales. Se perdió la fe en las instituciones, en el estado, en los grandes ideales y surgió una nueva fe en el yo, en el individuo. Una mentalidad de sacrificio por el colectivo fue reemplazada por una mentalidad de no-sacrificio por nada. El hombre postmoderno se tornó totalmente indiferente ante la vida. En lugar de luchar por los ideales y los grandes paradigmas, el postmodernismo decidió no pensar en los problemas, no buscar solución sino vivir el momento. El placer y el hedonismo se convirtieron en los dos grandes pilares de la postmodernidad”.
El postmodernismo en su rechazo de la objetividad y de la racionalidad, está construido sobre el relativismo, el escapismo, la fantasía, la ilusión, el hedonismo, la comodidad, el “estado del bienestar”, y todo lo que implique la pseudo cultura del ego para el ego.
Friedrich Nietzsche.
La penetración social del postmodernismo ha sido efectivamente asombrosa. Se ha generalizado la idea de que todo es relativo. Con que todo es relativo, no existe responsabilidad ni deber algunos hacia nada ni nadie, excepto lo suficiente para uno mismo en cuanto a uno mismo. Es la cultura del egoísmo por antonomasia.
Cada grupo cultural, religioso o político vive, según el postmodernismo, en su propia realidad, siempre acomodada a sí mismo. Es una sociedad “virtualista” hacia lo virtual.
La verdad es totalmente subjetiva, y no hay manera de establecer verdad objetiva y absoluta alguna. De modo que el postmodernismo ha adoptado una actitud de tolerancia, eclecticismo y sincretismo ante toda idea o concepto. En otras palabras, “obtén lo que quieras y desees, si puedes”.
Los educadores postmodernos, por ejemplo, enseñan que cada vez que una persona afirma tener posesión de la verdad (especialmente la verdad religiosa), termina reprimiendo y descartando a todos los que no están de acuerdo.
En el sentido correcto eso es cierto, ya que la Verdad, por su misma esencia, aparta a un lado la mentira. La Biblia así lo enseña:
“La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1:5).
¡El problema es que a eso que es bueno, lo llaman malo!
Por ende, el postmodernismo proclama a los cuatro vientos que la verdad ha muerto, no existe. Cada cual fabrica su propia “verdad” según el cristal con que mira las cosas, y nadie puede cuestionar ni poner en tela de juicio la verdad del otro, ya que el individuo es principio y fin de todo. Es el mismo espíritu y filosofía que Satanás le prometió a Eva:
“…serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:5).
3. El Postmodernismo y la Iglesia
“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres” (Mateo 5:13).
Como era de esperarse, el postmodernismo también ha estado influyendo en la iglesia cristiana. No es desconocido el hecho de que la iglesia no está inmune a las influencias de la sociedad en que interactúa.
El postmodernismo “evangélico” ha producido un nuevo sistema de fe muy semejante a su homólogo secular.
Brian McLaren, uno de los principales
exponentes de la llamada "Iglesia Emergente".
La doctrina por debajo de la experiencia personal
Un sistema en el cual los valores absolutos, la doctrina, las grandes verdades de la Escritura que otrora fueran los pilares del cristianismo verdadero, son abandonados por el culto a la experiencia personal y a la fe individualista.
Es muy peligroso lo que está ocurriendo en los medios neo-pentecostales acerca de lo que se denominan las “experiencias espirituales” de tipo personal. Muchas veces, se hace más caso a las supuestas revelaciones, visiones, sueños y experiencias místicas diversas, que a la Palabra de Dios.
Llegó a mí un e-mail de un líder del G12 de Cali, Colombia, que decía lo siguiente:
“...lo que le pasa a César Castellanos y a todos los cristianos como nosotros, es que tenemos experiencias espirituales, y son eso, experiencias espirituales personales, es decir no son doctrina…”
Pero las experiencias espirituales, si pretenden ser genuinas de Dios, deberán ir conforme a doctrina.
No obstante, el problema estriba en colocar por encima de la doctrina, las experiencias personales. Esto es influencia postmodernista.
Anteriormente el modernismo contemporáneo, en su afán por lo científico y lo racional, echó a un lado todo lo relacionado con lo espiritual y sobrenatural. El postmodernismo ha hecho todo lo contrario.
Su lema es: hay que creer en algo, no importa lo que sea. El modernismo produjo una iglesia seca que descartó todo lo sobrenatural, un “cristianismo” que terminó negando los milagros, la resurrección de Cristo y el relato de la creación (la “Alta Crítica”).
Surgieron iglesias y seminarios que se volvieron centros de enseñanza humanística. En ellos se negó la inerrancia de las Escrituras y la historicidad de los relatos bíblicos. Las iglesias que abrazaron el modernismo se tornaron liberales y áridas, sin emociones ni experiencias genuinas de Dios.
César Castellanos.
La fabulista iglesia del postmodernismo
“Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 4:3,4).
La iglesia postmoderna representó el extremo opuesto. Una iglesia donde el pensar, analizar, estudiar, y presentar las verdades bíblicas ya no es lo primordial, sino sentir, experimentar, gozar, soñar, conquistar, vivir el momento.
Como escribe el Pr. René X. Pereira en su artículo: “La Iglesia Postmoderna”
“Una espiritualidad que, aunque podría parecer positiva para muchos, es tan peligrosa como el escepticismo modernista porque es una espiritualidad hedonista, fuera de la verdad bíblica. El postmodernismo dio a luz una iglesia diseñada para que las personas vengan a “sentirse bien”, a llenar sus necesidades particulares. Por lo tanto se caracteriza por ser una iglesia cuya predicación es “lite” o liviana, motivacional y sicológica”.
La realidad del magisterio de la iglesia del postmodernismo, es la que huye de enseñar sobre temas carnalmente controversiales y ofensivos al oído del hombre postmoderno. Las cuestiones sobre el pecado, la culpa, la ofensa a Dios por ese pecado, el destino final de los que rechazan el Evangelio, es decir, el infierno; incluso temas tan absolutamente de acorde a las Buenas Nuevas, como son la Cruz, la santidad, el arrepentimiento, quedan postergados al olvido. No son populares.
No obstante la temática de la iglesia del postmodernismo siempre será agradable al oído de sus seguidores, y conforme a su búsqueda. De ahí el énfasis abusivo en cuanto a cuestiones como la unción, el poder, las bendiciones, los milagros, la prosperidad material, la realización de los sueños (deseos personales), y hasta se permiten el lujo de adentrarse definitivamente en lo esotérico y metafísico, enseñando sobre la “visualización”, “confesión positiva”, “pensamiento positivo”, etc. etc.
Los postmodernistas creen que están inventando un nuevo modelo filosófico, pero no hay nada nuevo bajo el sol. Escribe John Piper:
“Es irónico y triste que hoy supuestamente los escritores cristianos avant-garde puedan dar esta pose cool, evasiva, imprecisa, artística, superficial de Erasmus y llamarla “postmoderna” y capturar a una generación de gente históricamente ingenua, emergente que no saben que están siendo engañados con las mismas viejas tácticas usadas por los humanistas elitistas de generaciones pasadas. Lo vimos con Atanasio, los Arrianos en Nicea, y los vimos en el tiempo de William Tyndale. No es post-modernismo. Es pre-modernismo – porque es perpetuo.”
Es el engaño de siempre, porque nada nuevo hay bajo el sol.
John Piper.
La iglesia postmoderna vs la Iglesia Verdadera
“Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él, teniendo el mismo conflicto que habéis visto en mí, y ahora oís que hay en mí” (Filipenses 1:29,30).
El entendimiento de una Iglesia dispuesta a padecer por Cristo, ha quedado a distancia considerable de la realidad de la iglesia postmoderna. Aún se tiene por maldición a aquel que sufre por causa de Cristo. En cambio, se eleva como bendición todo aquello que signifique el bienestar egoísta del creyente. Per se, cuanto más rico y próspero sea el creyente, más bendecido es.
Como escribe el Pr. René X. Pereira:
“Surge entonces una iglesia diseñada para ser apetecible a las personas, empleando cualquier medio disponible para experimentar un crecimiento rápido. Un tipo de iglesia que mira para el individuo en vez de mirar a Dios, que pone su mira en las cosas de esta vida en vez de ponerlas en lo Alto (Colocenses 3:3)”.
El cristiano postmoderno está más preocupado por sus asuntos particulares, su felicidad y bienestar personales, o su condición económica que por cualquier otra cosa ajena a él. Ese cristiano ya hace tiempo que ha dejado de ser sal y luz en la tierra.
Seguiremos en un próximo capítulo.
Dios les bendiga.
© Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey, Madrid, España.
Mayo 2010
* El pastor Miguel Rosell Carrillo pastorea la Iglesia Evangélica "Centro Rey Jesucristo" (pentecostal) en Madrid, España. Es un asiduo estudioso de las Sagradas Escrituras, destacándose últimamente por sus variados artículos apologéticos y escatológicos. En dichos artículos hace defiende la fe bíblica frente a la Apostasía causada por los movimientos heréticos infiltrados en la Iglesia Cristiana Evangélica como el Movimiento G12, la Teología del Reino Presente o Teología del Dominio, la Nueva Reforma Apostólica, etc.
Sitio Web de la Iglesia "Centro Rey Jesucristo" (Pr. Miguel Rosell):
http://www.centrorey.org
.
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