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12/12/10

Proclamemos el Evangelio de Cristo en Navidad

Domingo 12 de Diciembre del 2010


Por: Carlos H. Marroquín Vélez

La palabra Navidad es un apócope de natividad, que significa nacimiento. Con ella nos referimos al nacimiento más grande en la historia de la humanidad: el nacimiento de Jesús.

La razón de este artículo es analizar la creciente renuencia entre la población evangélica a celebrar la Navidad. Deseamos estimular a quienes aún la celebran, a que continúen haciéndolo; y animar a quienes han dejado de hacerlo, a aprovechar esta festividad para proclamar la encarnación del Hijo de Dios, cuando el Verbo se hizo carne para redimirnos.

Cuando se defiende la celebración de la Navidad, algunos acuden a los antecedentes históricos para respaldar sus argumentos; eso está bien. Sin embargo, en este artículo no utilizaremos tal enfoque. Nos basaremos en razonamientos de tipo práctico, tratando de demostrar que la celebración de esta festividad, que en mayor o menor grado se observa en lugares repartidos por todo el planeta tierra, puede ser utilizada para proclamar el Evangelio de Cristo a toda criatura, si tan sólo los cristianos nacidos de nuevo la celebramos debidamente, en forma moderada ejemplar.

Objeciones comunes contra la celebración de la Navidad:

a. La fecha. Unos sostienen que el emperador romano Constantino adoptó la fecha del 25 de Diciembre de una celebración pagana, asociada con el solsticio de invierno, y la instituyó para celebrar el nacimiento de Jesús y así consolidar la hegemonía del Cristianismo.

Otros argumentan que en esa fecha, cuando es invierno en Israel, no podría haber sucedido la Navidad, pues los pastores de Belén no estarían al aire libre cuidando sus rebaños, ya que no sólo hace frío, sino hasta puede nevar.

Algunos más sí defienden la posibilidad de que haya sido en tal fecha, asociando la fiesta judía de Jánuka, que es movible según el calendario lunar hebreo, y que se celebra muy cerca del 25 de diciembre. Aducen que los primeros cristianos le dieron este nuevo significado a la fiesta de Jánuka, la fiesta de las luces, en la cual ellos conmemoran la victoria de los Macabeos sobre sus opresores en 165 a. C., y luego la purificación y la re-dedicación de su Templo.

Durante el pasado siglo veinte, del cual atestiguamos los creyentes que aún vivimos, estaba claro para cristianos y no cristianos, que el motivo de la celebración en la iglesia evangélica era la encarnación del Hijo de Dios y Su nacimiento como Jesús de Nazaret, por el milagro del Espíritu Santo en la virgen María.

Si bien es cierto que para muchos la Navidad ha sido sólo un pretexto para celebrar y hacer diversas cosas y hasta caer en excesos, nadie puede decir que en aquellos días se mencionara a algún dios pagano. Aun a pesar del intruso Santa Claus (llamado también Papá Noel o San Nicolás) y de adornos procedentes de diversas tradiciones, siempre ha estado presente en los relatos y en las representaciones gráficas, la familia de José, María y el niño, así como la encarnación y nacimiento de Jesús como el hecho central de la festividad. Si la fiesta de Navidad fue, como algunos acusan, una substitución de una fiesta pagana, nunca se mencionó a ninguna deidad pagana.

b. Los “nacimientos” y los árboles de Navidad. La elaboración de escenas que sirven de marco al pesebre de Belén, llamadas nacimientos en nuestro país, datan desde los días de la colonia y se continúan haciendo entre la población católica. No se niega el valor de los nacimientos como un recurso didáctico de la Iglesia Católica para enseñar gráficamente a una población que hasta recientemente en su mayoría no sabía leer. El problema reside en que la Iglesia Católica nunca ha enfatizado lo suficiente que ésa es sólo una forma gráfica de enseñanza, por lo cual las personas la han usado como otra oportunidad más para venerar y aun adorar a las imágenes, adjudicándoles poderes milagrosos y continuando con la idolatría.

Los evangélicos, apegados al mandamiento bíblico de no hacer imágenes ni rendirles culto, siempre han preferido no elaborar nacimientos. Aunque en la escuela dominical sí se usan figuras con fines didácticos, para enseñar las historias bíblicas, los evangélicos evitan la representación de la escena del pesebre con figuras de cartón y otros materiales. Esto se hace para evitar malos entendidos, para que los católicos y otros más no piensen que se le da algún valor a las imágenes. Esta actitud es muy comprensible y nos parece correcta.

Mientras los evangélicos mantenían esta posición, muchos misioneros evangélicos (protestantes) que llegaron a nuestro país con trasfondos y raíces étnicas, históricas y culturales en Inglaterra, Alemania y demás países del norte de Europa, introdujeron en América Latina lo que era ya una vieja tradición en Europa y Estados Unidos: la costumbre iniciada por Martín Lutero, el reformador alemán, de adornar un árbol con luces y motivos navideños. El mismo Lutero inició su costumbre de adornar un árbol de abeto con luces, al continuar y modificar la tradición ya común en su país, de usar árboles con ornamentos para celebrar la Navidad.

Esto ha sido duramente atacado por muchos evangélicos como paganismo, llegando algunos hasta el extremo de decir que se rinde algún tipo de respeto, honra o culto al árbol, lo cual no es cierto. Esto puede comprobarse con una sencilla encuesta entre los millones que tienen tal práctica. Las películas, la literatura, el comercio y la publicidad procedentes de Norteamérica contribuyeron a reforzar la costumbre del controversial árbol de Navidad.

c. Los excesos en la celebración. Otra fuente de oposición a la celebración de la Navidad ha provenido de los excesos en que han caído tanto los cristianos nominales como los cristianos nacidos de nuevo. Estos excesos son un mal extendido por toda la llamada civilización occidental (Europa y América), que abarca a los países cristianos católicos y protestantes evangélicos.

Es vergonzoso, el testimonio que nuestros países dan al celebrar la Navidad ante los musulmanes, budistas, hindúes, confucianos, etc., que viven entre nosotros o nos visitan, con los excesos en la comida, bebida, gastos excesivos e innecesarios, y las consecuencias de la borrachera, las orgías, las corrientes y hábitos creados y promovidos por el comercio y la ambición, con el fin de inducir a la gente al desenfrenado consumismo y despilfarro.

Es triste que muchos cristianos, quienes, por conocer las enseñanzas de Jesús en las Escrituras deberían vivir más sabiamente, sean arrastrados por la publicidad en los medios de comunicación y por las presiones sociales de las corrientes de este mundo. Gastan excesivamente más allá de lo prudente y lógico, se envuelven en muchos compromisos agotadores que les roban su tranquilidad y afectan la comunión con sus familias; y, lo que es aun más lamentable, muchos son tentados a involucrarse en prácticas, tentaciones y vicios que traspasan los límites de la ética cristiana.

Quien después de la Navidad termine endeudado innecesariamente, enfermo por falta de templanza en el comer y beber, y con sus relaciones familiares y sociales alteradas por el estrés acumulado, no es sabio. Está dando mal testimonio en cuanto a la forma correcta de rememorar la Navidad, y aporta razones de sobra a aquellos que se oponen a esta celebración.

Esto no concuerda con el mensaje de amor, paz, sencillez, sobriedad y otros valores que el cristianismo proclama.

Gracias a Dios por que en medio de todo hay grupos de personas e instituciones que, con ocasión de la Navidad, se preocupan por compartir con los más necesitados y alivian sus necesidades siquiera una vez cada doce meses.

d. Elementos extraños en la celebración. Uno de los mayores intrusos en la Navidad es el ya mencionado Santa Claus, cuya tradición se originó en Asia Menor (Turquía), en el siglo IV, con San Nicolás, un bondadoso obispo que, entre otras caridades, obsequiaba regalos a los necesitados. La leyenda, a la que después se fueron agregando otros elementos asociados con varios personajes paganos que también daban regalos, se popularizó por Europa, fue incorporada a la celebración de la Navidad en Alemania hace unos cinco siglos, y más tarde fue traída a Norteamérica desde Holanda.

La versión más popular del comercializado Santa entre los niños hoy, procede del cuento que las caricaturas, películas, tarjetas navideñas y revistas cómicas han difundido del anciano que fabrica juguetes en el polo norte y los reparte en Navidad volando con su trineo halado por ocho renos. Al llegar a una casa, baja por la chimenea y deja sus obsequios debajo del árbol. Hay varias canciones que promueven a Santa y muchos padres cristianos no pueden resistir la tentación de usarlo para hacer creer a sus hijos que él les trae sus regalos. Con eso, sin darse cuenta, hacen de ese personaje el héroe de la celebración. Entre los motivos con se adornan los hogares y los árboles navideños, hay figuras de Santa Claus, trineos, renos, gnomos con gorros puntiagudos (sus ayudantes en la fábrica de juguetes). Así, una nueva mitología modernizada ha contaminado la Navidad.

Un lema en inglés proclama: Jesus is the reason for this season, es decir, “Jesús es la razón para esta celebración“. Así es, hermanos cristianos, si Jesucristo no es el centro de la celebración todo el tiempo que ella dura, sólo se busca un pretexto para tener una temporada alegre y hacer otras cosas, en vez de gozarse recordando la encarnación del Hijo de Dios.

e. El verdadero significado de la Navidad es que Cristo nazca en el corazón de las personas. Con esta aseveración muchos se inhiben de celebrar la Navidad, arguyendo que el verdadero mensaje es que Cristo nazca dentro del corazón de cada persona. Es decir, que la persona se arrepienta, pida perdón por sus pecados y reciba a Cristo por la fe en su corazón.

La figura o metáfora de nacer se usa para describir la conversión de una persona, o sea su nuevo nacimiento después de arrepentirse, confesar su pecado y pedir perdón, cuando el Espíritu Santo efectúa la regeneración y la persona comienza a vivir espiritualmente, dando los primeros pasos en una vida cambiada. También se describe la conversión diciendo que Cristo nace en su corazón. En esta segunda forma de expresarlo, se usa la comparación de que Jesucristo nazca en el corazón, así como una vez nació literalmente en Belén de Judea.

¿Por qué, entonces, algunos que usan esta expresión, no celebran la Navidad o nacimiento de Cristo, que fue el hecho histórico en que se basan para decir que Él nazca en los corazones? Es ilógico que se hable de que Jesús nazca en los corazones de las personas, y no quiera celebrarse, ni aun hablarse de que Él nació como humano, de una virgen, por un milagro, hace dos milenios, en Belén de Judea, cumpliendo así las profecías de Isaías y de Miqueas.

La verdadera razón detrás de la reciente y creciente práctica de ya no celebrar la Navidad

La Navidad ha sido celebrada por la cristiandad durante siglos, y ha continuado aun después de la Reforma Protestante del siglo dieciséis. En Latinoamérica también se celebró desde los días cuando llegaron las primeras denominaciones evangélicas hasta muy recientemente, cuando con diversos pretextos y argumentos, algunos predicadores influyeron para disuadir a muchos de no celebrarla. Para ocultar sus verdaderas razones, han convencido a los hermanos con los argumentos ya citados:

- No se sabe la fecha exacta; el 25 de diciembre se tomó de una fiesta pagana.

- El mundo la celebra con excesos; aun los cristianos caen en algunos de ellos.

- El árbol de Navidad es de origen pagano; y muchos parecen aun honrarlo.

- Se han introducido elementos extraños; uno de ellos es el intruso Santa Claus.

La verdadera celebración es que Cristo nazca en los corazones

Abundan las historias de muchos que se convirtieron, o volvieron al redil, y de otros que fueron edificados durante los servicios navideños en diversas partes del mundo, después que en las iglesias se relató una vez más la razón para la venida de Cristo como hombre al mundo: vivir una vida santa y entregarla como expiación por el pecado al morir en la cruz del Calvario.

La Navidad apunta a la Cruz. No puede hablarse de la Navidad sin enfatizar su propósito principal: que el Verbo se hiciera carne, para poder redimirnos. En Hebreos 10:1-10 leemos:

“La Ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados, porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. Por lo cual, entrando en el mundo [el Hijo de Dios] dice: ‘Sacrificio y ofrenda no quisiste, mas me diste un cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: -He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí-’. Diciendo primero: ‘Sacrificio y ofrenda, holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron’ -cosas que se ofrecen según la Ley-, y diciendo luego: ‘He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad’, quita lo primero para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.”

Actualmente y por todos lados, hay miles de personas que creen y viven de acuerdo con las ideas de Hegel, Rousseau, Marx, Darwin, Freud, Jung, etc. y ni siquiera saben quiénes fueron ellos, ni donde vivieron, ni cuándo. Es más, justifican y defienden su forma de vivir esgrimiendo las afirmaciones de estos personajes y aun las transmiten a otros como verdades irrefutables.

Igualmente, hoy hay muchos cristianos que se oponen a celebrar la Navidad y desconocen que su origen se halla en la primera gran herejía que el Cristianismo tuvo que enfrentar en los primeros dos siglos de la historia de la Iglesia, y contra la cual fueron escritos, entre otros, el Evangelio de Juan, las Epístolas de Juan y la Epístola a los Colosenses, fue el pernicioso gnosticismo. Esta falsa doctrina, que es una síntesis de la filosofía griega, egipcia, babilónica, siria, etc., era ya una seria amenaza para el cristianismo en los días de los apóstoles, en el primer siglo. Alcanzó su mayor virulencia en el segundo siglo y, después de ser atacada valientemente y derrotada por los fieles cristianos conocedores de las Escrituras, comenzó a declinar hasta quedar reducida a unas cuantas sectas.

Tristemente, el gnosticismo volvió a resurgir entre los filósofos del Nuevo Pensamiento en los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo diecinueve. Allí evoluciónó y, escondido detrás del disfraz de diversas iglesias nuevas (como la Ciencia Cristiana y la Escuela Unitaria del Cristianismo, también conocida como Unity), que no tienen raíces en la Reforma Protestante del siglo dieciséis, ha logrado influir y contaminar en diversos grados a las iglesias evangélicas históricas, minando los postulados bíblicos que éstas han creído y sostenido.

Una de las más nefastas enseñanzas del gnosticismo es su desprecio por el mundo material y por el cuerpo físico. Entre las diversas sectas gnósticas que surgieron durante el primero y el segundo siglo, varias incorporaron ideas del cristianismo y se dio un sincretismo que ha sido impropiamente llamado “gnosticismo cristiano.” Estas sectas enfrentaron un gran problema al tratar de explicar los relatos bíblicos de la encarnación y el nacimiento de Cristo, así como sus sufrimientos físicos, muerte en la cruz y su resurrección corporal, pues no aceptaban que Cristo hubiera nacido con un cuerpo material. Para ello elaboraron varias explicaciones. Otras sectas simplemente ignoraron los Evangelios inspirados del Nuevo Testamento, y aparecieron decenas de evangelios apócrifos, no inspirados, que ellas pretendían haber recibido de sus fundadores. Varios de estos libros eran atribuidos a algunos apóstoles u otros personajes prominentes.

Algunos gnósticos afirmaban que Jesús apareció ya como adulto y que no había nacido como un niño en Belén. Otros hacían la distinción entre el humano Jesús de Nazaret, y Cristo, el Hijo de Dios Eterno. Decían que el Cristo eterno entró en el hombre Jesús al ser bautizado y lo abandonó poco antes de morir. Otros afirmaban que Jesucristo nunca tuvo un cuerpo físico, y que sólo parecía tenerlo; y que los apóstoles convivieron con una aparición, o fantasma, que nunca tuvo cuerpo material, sino sólo aparentaba tenerlo, a lo cual se le conoce como docetismo.

Si los gnósticos desprecian el mundo material y el cuerpo humano, y no pueden aprobar la celebración de la Navidad, ni la resurrección corporal del Señor Jesucristo, esto explica la tendencia creciente entre muchas iglesias al no celebrar el nacimiento de Jesús, ni su resurrección. El lector puede comprobarlo al preguntar en una congregación donde haya hermanos de diferentes iglesias, cuántos celebraron la Navidad y el Domingo de Resurrección el año pasado. Sin saberlo, muchos cristianos han estado colaborando con el gnosticismo al dejar de celebrar la Navidad y la Resurrección, que son buenas ocasiones para proclamar dos doctrinas básicas del Evangelio:

a) la encarnación de Jesús para efectuar Su sacrificio expiatorio y redimirnos. Hebreos 10:5, 10.

b) su triunfo sobre la muerte al resucitar como primicias de los santos. 1 Corintios 15:20.

Cristianos, proclamemos con gozo estos dos grandes eventos en la vida de Jesucristo.

Es notorio que en las últimas dos décadas se han producido muy pocas composiciones musicales navideñas. Y más notorio y lamentable es el hecho de que los líderes no se han dado cuenta de este fenómeno, pues no lo han comentado, ni escrito sobre ello, ni sugerido a los compositores que enriquezcan la música navideña cristiana. Es triste ver cómo ha ido desapareciendo el programa de actividades de muchas iglesias para conmemorar la Navidad. No se ha hecho ninguna evaluación de esta tendencia, ni se ha tomado ninguna iniciativa por revertirla.

¿Quiénes han estado difundiendo estas enseñanzas en contra de recordar la Navidad? Los neo-gnósticos y sus discípulos dentro de las iglesias evangélicas, quienes han utilizado los medios de comunicación para difundir sus enseñanzas. Por esta razón, urge que cada pastor y líder laico de la iglesia conozca la historia del gnosticismo. Mejor dicho, cada creyente de la iglesia debería saber cómo el gnosticismo ha afectado al cristianismo a través de los siglos, y cómo continúa aún minando la fe cristiana en diversas formas.

La responsabilidad de todo líder es alertar debidamente a quienes él tiene a su cargo, para que no se dejen arrastrar por cualquier corriente por medio de la radio, la televisión, la literatura, o las enseñanzas que se imparten en diversas convenciones, congresos, cursillos y demás eventos a los cuales se asiste sin aplicar el discernimiento.

Buenas razones para celebrar la Navidad

- Contrarrestar la influencia del gnosticismo que ya ha disuadido a muchos cristianos para no celebrar dos grandes eventos en la humanidad de Jesucristo: Su milagrosa encarnación y nacimiento y Su gloriosa resurrección.

- Proclamar el propósito de la encarnación de Jesucristo: vivir una vida santa y ejemplar, para entregarla como expiación por el pecado de la humanidad, al morir en la cruz del Calvario.

- Aprovechar el feriado de fin de año para que las personas asistan a las diversas celebraciones navideñas: cantatas, convivios, dramas, servicios de predicación, talleres de manualidades, comidas especiales, proyectos de servicio a los necesitados en asilos, hospitales, cárceles, etc.

- Cultivar los talentos de los hermanos de la Iglesia para presentar el Evangelio en esta época, enfatizando la participación de los niños y los jóvenes.

- Proveer oportunidades para que los hermanos conozcan los frutos de cultura cristiana inspirada en la Navidad: literatura: (drama, poesía, prosa), música, arte, etc., y la puedan leer, memorizar y, más adelante, también enriquecerla, crearla y compartirla, a través de la dramatización, el canto, la ejecución musical, etc.

- Cantar y deleitarse con la inspiración de poetas y compositores de las diversas denominaciones cristianas, quienes nos heredaron los himnos de Navidad.

- Estimular a los compositores cristianos a enriquecer la himnología sobre la Navidad (y la resurrección de Jesucristo).

Recordamos aquí uno de esos bellos himnos llamado "Lugar para Cristo".

Tú dejaste tu trono y corona por mí,
Al venir a Belén a nacer;
Mas a ti no fue dado el entrar al mesón,
Y en pesebre te hicieron yacer.

Coro:

Ven a mi corazón, oh Cristo,
Pues en él hay lugar para ti.
Ven a mi corazón, oh Cristo, ven.
Pues en él hay lugar para ti.

Alabanzas celestes los ángeles dan,
En que rinden al verbo loor;
Mas humilde viniste a la tierra, Señor,
A dar vida al más vil pecador.

Siempre pueden las zorras sus cuevas tener,
Y las aves sus nidos también;
Mas el Hijo del Hombre no tuvo un lugar
En el cual reclinara su sien.

Tú viniste, Señor, con gran bendición
Para dar libertad y salud;
Mas con odio y desprecio te hicieron morir,
Aunque vieron tu amor y virtud.

Alabanzas sublimes los cielos darán,
Cuando vengas glorioso de allí,
Y tu voz entre nubes dirá:
“Ven a mí, que hay lugar junto a mí para ti”.

Escuche el Himno "Lugar para Cristo" en video:


La importancia del relato del nacimiento de Jesús en la Biblia

Mateo emplea dos de sus 28 capítulos para relatar el nacimiento de Jesús: en total 48 versículos. Lucas usa dos de sus 24 capítulos para relatar los hechos alrededor del nacimiento del Señor: un total de 132 versículos. En total, para relatar las circunstancias de la natividad del Señor Jesús en Mateo y Lucas suman 180 versículos.

¿Sabía usted que esta cantidad de versículos es mucho más que cada uno de los siguientes veinte libros de la Biblia, y aun más que varios de ellos combinados:

Ester, 167 versículos; Santiago, 108; Lamentaciones, 154; Cantares, 117; 1 Pedro, 105; 1 Juan, 105; Rut, 85; Joel, 73; 2 Pedro, 61; Habacuc, 56; Malaquías, 55; Sofonías, 53; Nahum, 47; Jonás, 48; Hageo, 38; Filemón, 25; Judas, 25; Abdías, 21; 1 Juan, 13; 2 Juan, 15.

¿Qué queremos decir con esto? Si el relato del nacimiento de Jesús ocupa un espacio mayor que cada uno de veinte libros de las Sagradas Escrituras (12 en el Antiguo Testamento y 8 en el Nuevo Testamento), tales porciones merecen ser leídas en forma especial al menos una vez al año. No sólo por su longitud, sino por su hermoso contenido, el relato de que aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

En la porción sobre el nacimiento de Jesús en Mateo se habla de:

- Su genealogía, 1:1-17.
- El anuncio de su nacimiento a María y a José, 1:18-20.
- Los nombres que se darían al niño: Jesús y Emanuel, 1:21-25.
- La visita de los magos del oriente, 2:1-12.
- La matanza de los inocentes en los alrededores de Belén,
- La huida de José, María y Jesús a Egipto y el retorno Nazaret, 2:13-23.

En la porción sobre el nacimiento de Jesús en Lucas se habla de:

- El anuncio del nacimiento del precursor de Jesús, Juan el Bautista, 1:5-25.
- El anuncio del nacimiento de Jesús a María, 1:26-38.
- La visita de María a Elizabet, madre de Juan el Bautista, 1:39-45.
- La alabanza de María, 1:46-56.
- Nacimiento de Juan el Bautista, 1:57-66.
- La profecía de Zacarías exaltando la llegada del Mesías, 1:67-80.
- El nacimiento o natividad de Jesús, 2:1-7.
- El anuncio de los ángeles a los pastores y la visita de éstos a Jesús, 2:8-20.
- La presentación de Jesús en el Templo y las alabanzas de Simeón y Ana, 2:21-38.
- El retorno a Nazaret, 2:39-40.
- La visita de Jesús al templo a los doce años, 2:41-52.

En resumen

La Navidad es una ocasión especial para que los niños y jóvenes convivan en armonía, cultiven sus habilidades para la actuación, declamación, canto, etc., y trabajen en equipo para presentar un programa navideño a los hermanos en el seno de la iglesia, y a otras personas fuera de ella.

La Navidad es buena ocasión para compartir con las personas que tienen menos posibilidades y pasan por días tristes en hospitales, asilos, cárceles, etc. Se pueden realizar proyectos para recaudar fondos y obsequiar ropa, comida, Biblias, etc. Al entregarlos se pueden combinar con el canto de himnos navideños, mensajes evangelísticos y oración por las diferentes necesidades de las gentes.

La celebración de la Navidad también tiene un aspecto familiar: la cena navideña con toda la familia. Ya que el fin del año está a sólo una semana, puede aprovecharse para un servicio de acción de gracias por todo lo recibido durante él: el trabajo, la vida escolar, el cuidado y la provisión de Dios, etc.

Esperamos que a la renuencia a celebrar la Navidad por influencia del neo-gnosticismo, no se sume también la pereza de algunos líderes para preparar a los niños y jóvenes, tratando de evitar el largo período de preparación y ensayos que un programa navideño demanda. O porque no hay líderes que puedan imponer la necesaria disciplina para llevar a cabo todo lo que requiere y conlleva la elaboración de un programa navideño.

Para finalizar, llamamos al pueblo cristiano a reflexionar:

a. A quienes aún celebran el nacimiento de Jesucristo (y Su resurrección), a continuar celebrándolo y aun enriqueciéndolo con su creatividad.

b. A quienes han dejado de celebrar el nacimiento de Jesucristo (y Su resurrección), a evaluar si no vale la pena utilizar estas ocasiones para proclamar estos hechos importantes en la vida de Jesús, los cuales son bases fundamentales de nuestra fe: Su encarnación y Su victoria sobre la muerte. Estas dos celebraciones proveen muchos temas para presentar el Evangelio.

Personalmente creo que es más conveniente conmemorar la Navidad el 25 de diciembre, porque el ambiente y el contexto son los adecuados. Sin embargo, con tal que se conmemore la encarnación del Hijo de Dios, presento las siguientes sugerencias:

- Si los líderes y la iglesia no aceptan la celebración el 25 de diciembre, háganlo en cualquier ocasión del año: abril, julio, agosto… (la verdad es que no lo hacen en ninguna otra ocasión).

- Si tienen prejuicios acerca del árbol navideño, no lo incluyan. No es esencial.

- Si piensan que lo importante que Jesús nazca en los corazones de las personas, aprovechen la oportunidad para predicar mensajes evangelísticos, usando las porciones de Mateo 1 y 2, y Lucas 1 y 2, que son ricas en temas para presentar el plan de salvación.

- Si creen que en la Navidad se ha caído en excesos de gastos, comidas, bulla, y cosas innecesarias, no las hagan. Celébrenla modesta, sobria, tranquila y solemnemente, como un ejemplo de la forma correcta de conmemorarla, que pueda enseñar a otros.

Para tener un programa de Navidad sencillo y solemne, sugerimos:

- Acción de gracias a Dios por enviarnos a Su Hijo a nacer como un humano, para llevar a cabo la redención de la humanidad.

- Lectura de las porciones en Mateo 1 y 2; y en Lucas 1 y 2, y exaltar la encarnación de Jesús y cómo Su vida en esta tierra afectó radicalmente a toda la humanidad.

- Cantar un buen número de himnos navideños.

- Orar por los necesitados y compartir con otros algo de lo mucho que Dios nos ha dado.

- Agradecer a Dios por su provisión, amor y cuidado durante el año que termina.


- Y cualquier otra idea edificante que su propia iglesia desee incluir.

Así, pues, sin Santa Claus, sin árbol navideño, en febrero o en septiembre, sin excesos de ninguna clase, pero con un profundo sentir de gratitud a Dios Padre por enviarnos a Su Hijo amado, para darnos ejemplos con Su vida santa, dejarnos de Su propia boca profundas enseñanzas y finalmente expiar nuestros pecados por Su muerte, recordemos la Navidad.

Si Dios anunció el nacimiento de Jesús en tierras lejanas a los sabios magos, y creó un fenómeno luminoso que llamamos la estrella de Belén, para conducirlos hasta el pesebre a rendirle adoración como el niño rey, que era Dios. ¿Por qué no hemos de recordar nosotros ese acontecimiento en una fecha especial?

Si Dios anunció siete siglos antes, por medio del profeta Isaías, que Jesús nacería milagrosamente de una virgen por obra del Espíritu Santo; y anunció por medio del profeta Miqueas que nacería en la aldea de Belén, la ciudad de David, de quien Jesús era descendiente según la carne. ¿Por qué no recordar aquella noche y aquel pueblo en que María dando una lección de humildad y obediencia dio a luz a quien sería el Salvador nuestro?

Si Dios sacó de la invisibilidad a las huestes celestiales y al hacerse visibles iluminaron el cielo y los campos de Belén para que los pastores de Belén supieran que había llegado por fin la promesa de un Mesías Salvador, y si en medio de aquel gran resplandor esas huestes hicieron resonar los ámbitos celestes diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz y buena voluntad para los hombres”. ¿Por qué no repetimos una vez más ese mensaje al mundo de alrededor, tan necesitado como el mundo de aquel entonces?

Si Dios convocó al pesebre a ricos y a pobres, a los instruidos y a los de pocas letras, a los de lejos y a los de cerca, enfatizando así la universalidad del Evangelio de Jesús, que fue llamado así porque vino a salvar a Su pueblo de sus pecados. ¿Por qué no demostramos cada año en forma especial la alegría de aquella noche sin par?

No les hagamos el juego a los neo-gnósticos, que han usado argumentos falsos para disuadir a muchos cristianos de no celebrar la Navidad. Lea 1 Juan 4:2, 3; 2 Juan 1:7-11.

Celebremos la Navidad y conmemoremos el acontecimiento glorioso de la encarnación de Jesús.

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