NUEVA YORK, Estados Unidos (AFP / ACPress.net) No faltaron las grandes palabras. Lo habían denominado “La octava maravilla del mundo”, “La piedra Rosetta de la evolución de las especies”, “Revolucionará nuestra comprensión de la evolución humana”, “Darwin se habría emocionado de haber visto el fósil, porque expresa lo que el ser humano es y de dónde procede”, “Su impacto en el mundo de la paleontología será algo así como un asteroide caído en la Tierra”.
Frases como estas, acompañaron hace tres semanas la presentación en sociedad de un pequeño fósil de 47 millones de años de antigüedad al que se llegó a definir como el verdadero eslabón perdido de la evolución humana, el ancestro más primitivo de humanos y primates.
El protagonista, una especie de primate semejante a un lémur, aunque probablemente perteneciente al grupo extinto de los adapoides, parecía destinado a entrar directamente en los libros de historia. E Ida, como se bautizó al fósil, lo hacía con todos los honores amparada por una estrategia de marketing y publicidad más propia del lanzamiento de una estrella de rock que de la presentación de un descubrimiento científico: su publicación en la revista científica ‘PlosOne’ coincidió con la aparición de un documental en DVD presentado por el director Richard Attenborough, un libro y un sitio web en un acto multitudinario en el Museo de Ciencias Naturales de Nueva York apadrinado, por el ‘Canal de Historia’.
Ida inauguraba también un nuevo género, el ‘Darwinius masillae’. Pero el glamour inicial del fósil y sus supuestas implicaciones se han desvanecido con la misma rapidez con la que aumenta el resquemor entre la comunidad científica. El hallazgo, alegan, es interesante, pero está muy alejado de las expectativas que se han ofrecido en la campaña de marketing y publicidad.
El Dr. Jorn Hurum presenta en conferencia de prensa en
la Universidad de Nueva York, al nuevo fósil llamado "Ida".
INDIGNACIÓN ENTRE LOS CIENTÍFICOS
Poco después de darse a conocer todo lo que rodeaba a Ida, muchos expertos reaccionaban muy negativamente en diferentes comunidades científicas, consideraban que la presentación había sido una “farandulización”.
“El fósil no tiene ninguna implicación sobre el origen del hombre ni aporta nada nuevo, ni es ancestro de nada, ni va a cambiar absolutamente nada de lo que ya se sabe. No tiene ninguna relación con la línea humana”, advierte Salvador Moyá-Solá, director del Instituto Catalán de Paleontología y uno de los mayores expertos europeos en el tema, quien también precisa que existen fósiles de prosimios incluso más antiguos.
“La comunidad científica está molesta -añade- porque se ha intentado vender el producto de una manera muy ligera”. Se ha hecho “un uso indebido de la publicidad y el márketing para vender un producto que no responde a las expectativas que se han ofrecido, y eso hace mucho daño a los científicos, porque perdemos credibilidad. Imagínese ahora el caso que nos van a hacer cuando tengamos algo importante que anunciar”.
El paleóntologo noruego Jorn Hurum, de la Universidad
de Oslo, muestra en detalle la parte superior del fósil "Ida".
Situado en su justa medida, el hallazgo tiene un valor científico notable porque presenta a un fósil que se dice que tendría 47 millones de años en un estado de conservación excepcional, lo que ha permitido conocer detalles de su biología y su modo de vida.
Pero poco más, porque ni siquiera el equipo internacional de paleontólogos que publica el artículo en ‘PlosOne’ hace mención a que la criatura sea un ancestro directo de los humanos, lo que sí se hizo en la presentación posterior.
Henry Gree, uno de los editores de la revista científica ‘Science’, tampoco cree que el mundo se encuentre ante el eslabón perdido. “Es muy bueno tener un nuevo hallazgo y debe ser muy bien estudiado, pero probablemente no se encuentre al mismo nivel de importancia que otros recientes, como el hobbit o los dinosaurios con plumas”, explicó a la BBC.
José María Bermúdez de Castro, codirector de Atapuerca, señala que si el fósil fuese verdaderamente extraordinario lo más probable es que su estudio hubiese sido publicado en las revistas científicas de mayor impacto, como ‘Science’ o ‘Nature’.
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