Martes 03 de Mayo del 2011
MADRID, España (Protestante Digital) España es un país que conoce de cerca las dos caras de la moneda. Tanto la emigración como la inmigración son fenómenos que sus habitantes han vivido con mayor o menor intensidad, dependiendo de muchos otros factores. Hoy son muchos los extranjeros que habitan en este país, procedentes mayoritariamente de África y de Latinoamérica. Las iglesias evangélicas no son ajenas a este fenómeno que ha conllevado un crecimiento notable en algunas congregaciones.
El pastor y presidente de la Federación de las Asambleas de Dios de España (FADE), Juan Carlos Escobar entiende que la inmigración “nunca deja de ser actualidad”. “La emigración es parte de la esencia del ser humano” afirma, acudiendo a los orígenes del ser humano descritos en la Biblia. “Tras la creación se invita al hombre a mirar al horizonte. Fuimos comisionados a poblar la tierra, a prosperar en ella”, recuerda el pastor citando Génesis 1:28.
“Sal de tu tierra es parte del llamado de Dios a Abraham”, continúa Escobar. “Le llama a ser padre de gentes, no a conquistar tierras. Dios le da una tierra que será una nación para redimir, para servir. Este es el concepto de Dios en cuanto a la misión”. Una misión que Abraham entendió que exigía “vivir como extranjero”, como se explica en Hebreos 11:9-10.
La importancia de “sentirse extranjero” se mantiene luego en la ley. “Son numerosas las frases en el Antiguo Testamento que le recuerdan al pueblo que extranjeros fuisteis en Egipto. Dios ordena a su pueblo que les amen (Deuteronomio 10:18), y los profetas advierten que no se explote al inmigrante, al huérfano y a la viuda (Zacarías 7:10)”.
Escobar entiende que esta doctrina se desarrolla en la persona de Jesús. “Su amor no discrimina a nadie. Se identifica con los que son forasteros. Cuenta la parábola del buen samaritano”. Este ejemplo fue entendido progresivamente por la Iglesia, que “fue saliendo del particularismo y pasando al universalismo. Los seguidores de Jesús se convierten en una comunidad abierta a todos”. Algo que reafirma Pablo cuando dice que no hay judío ni griego, porque somos uno mediante Jesús. “Conciudadanos de la familia de Dios”, recuerda Escobar citando la carta a los Efesios.
En esta época inicial de la Iglesia, la sociedad y la religión “trataban al extranjero como intruso: eso es lo que significa advenedizo”, explica el pastor. “Esto es lo que vivimos con la inmigración, lo que siempre ha sido. Por eso el mensaje de Jesús es determinante”.
EL PAPEL MISIONERO
La Biblia, por tanto, no sólo defiende al extranjero, sino que de alguna manera llama a todos los seguidores de Cristo a hacerse como extranjeros. Hay un llamado “a ir por todo el mundo” a llevar el evangelio. “Misionero significa ser comisionado a llevar una misión, una labor, en este caso de evangelización, no de proselitismo” matiza Escobar.
Esa misión “afecta a la vida de las personas por la predicación para que sean mejores ciudadanos, para que abracen la fe en Dios y sean mejores personas”. Es por ello que “el misionero tiene que tener un espíritu migratorio. Tiene que estar dispuesto a hacer la transculturización”.
La labor misionera, afirma Escobar, debe proceder “de un llamado de Dios, ya que hay veces que el nivel de sacrificio y de renuncia que exige la misión es impresionante”. Pero su experiencia le muestra que “no podemos aferrarnos a la tierra si somos seguidores de Cristo : he tenido dieciocho mudanzas en España. He aprendido que uno tiene que estar dispuesto a moverse, con la maleta preparada, y con el corazón dispuesto a ser enterrado donde sea”.
Por eso, el misionero no es un inmigrante cualquiera, ya que no se mueve “por intenciones económicas: va con la intención de morir allí donde va. Ligero de equipaje, con el apego único a las personas”, añade Escobar.
LA SITUACIÓN EN ESPAÑA
Para Juan Carlos Escobar, es necesario recordar que no todos los extranjeros tienen la misma mentalidad. Así como algunos vienen con la intención de quedarse, otros vienen para pasar un tiempo y volver a sus lugares de origen. Una tercera categoría es la formada por aquellos que vienen con vocación misionera.
En España a veces se generan conflictos entre inmigrantes latinoamericanos y los españoles, ya que a pesar de compartir la lengua, la cultura es diferente. Pero en la iglesia, estas barreras no deben ser obstáculo para la comunión. “Es absurdo cuando se pregunta cuántos españoles o cuantos emigrantes hay en una iglesia. Dios ve almas, no ve naciones. Aquí tenemos que marcar una gran diferencia, porque si no, no entenderemos que hay un plan de Dios para que ninguna cultura predomine sobre otra”.
Algo preocupante sucede cuando las tendencias nacionalistas introducen en su discurso alegatos de desprecio hacia los inmigrantes. “Ese espíritu ultranacionalista está en el sustrato de Europa, y lo único que puede frenar esto es la iglesia. La cultura de la iglesia puede frenar estas tendencias exclusivistas que lo que hacen es marginar al marginado y automarginarse uno por creerse mejor. Es una cultura absurda que no nos llevará más que al fracaso y al dolor”, advierte Escobar.
En la iglesia, por tanto, debe primar “el amor, que es el pegamento que consigue unir cosas que sería imposible unir de otra forma. Por eso es el vínculo perfecto”, explica el pastor. “Tenemos más de 32 naciones representadas en la iglesia en Madrid. Y aún algunos que han participado en guerras entre sí se relacionan en una comunidad de fe que supera lo insuperable. Sin el amor de Dios es imposible esta convivencia. Tiene que haber algo que limpie y sane estas diferencias. Si no, se producen comunidades artificiales”.
Juan Carlos Escobar cree que el amor está “en la esencia de la iglesia”, por eso los que vienen deben “amar esta tierra” y los que estamos “debemos recibir a los que vienen con amor”. Por eso, desde las Asambleas de Dios se trabaja en la integración de los creyentes extranjeros en la obra nacional.
Escobar deja unos consejos finales. “Para los que llegan y son creyentes, animamos a que se integren en la obra nacional. Las iglesias evangélicas pueden acoger a los que vienen. Que no juzguen a primera vista. La realidad aquí es distinta, ni mejor ni peor. Comparar es algo inmaduro”. Por otra parte, aconseja “evitar la tendencia de hacer iglesias guetto, iglesias nacionales. Creo que no es lo más sabio. No importa que un lugar esté lleno de gente, si ese lugar no está abierto a la gente de alrededor, no tiene sentido... Uno debe aprender a comer la tortilla de patatas”.
En cuanto a “los que reciben”, para Escobar debe “prepararse a la iglesia para orientar al inmigrante. Los mensajes deben enfocarse a que el inmigrante está pasando una realidad dura. Aunque parezcan extraños, son personas que vienen con su bagaje. Son una bendición inmensa”.
“Tenemos que darles aliento, fortaleza, que vean que son parte nuestra. Hay que reconocer que la diversidad es un desafío pero también una fuente de riqueza enorme”. Y concluye que “uno crece y aprende cuando está abierto a otras naciones”.
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