JERUSALÉN, Israel (CBN News / Mundo Cristino) Desde el momento que son lo suficientemente grandes como para poder girar un 'dreidel' (perinola) de Jánuca, los niños israelíes aprenden que “un gran milagro ocurrió aquí”.
Jánuca celebra la victoria de un reducido grupo de combatientes judíos, liderados por Judas Macabeo, sobre el ejército de Siria, y la subsecuente re-dedicación del Templo.
El gran milagro, recordado con el encendido de la 'januquía' (candelabro de nueve brazos), ocurrió en Jerusalén, en 165 a.C.
Dos años antes, los ejércitos del cruel rey asirio, Antíoco IV Epífanes, profanaron el Templo Judío erigiendo una estatua de Zeus y sacrificando cerdos en su altar. El rey pagano también prohibió la circuncisión y otras observancias judías.
Tras derrotar a los sirios, los judíos purificaron el Templo Santo y re-dedicaron el altar profanado. Según la historia, tenían aceite consagrado para iluminar el candelabro del Templo sólo durante un día. Pero milagrosamente, el aceite duró ocho días hasta que más aceite pudo ser preparado.
Judíos celebrando el Jánuca, el Festival de las Luces. |
Pero el mismo Dios que libró a los judíos de Antíoco Epífanes 2.200 años atrás aún protege a esta pequeña nación.
El pueblo judío comprende menos del uno por ciento de la población mundial. Pero Dios no escogió a la nación de Israel por ser grande entre las naciones.
“Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos”. (Deuteronomio 7:6-7, Reina Valera 1960).
Mientras Israel aún debe cumplir su llamado divino de ser “luz entre las naciones”, Jánuca, el Festival de las Luces, nos recuerda que un día, el pueblo judío cumplirá su destino.
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